De una
homilía sobre los Hechos de los Apóstoles por San Juan
Crisóstomo, obispo
La luz de un cristiano no puede
quedar escondida
No
hay nada más frío que un cristiano que no busca la salvación
de los demás.
Aquí no nos vale
declarar pobreza; la viuda que puso sus dos moneditas será la que
le acusará. Pedro dijo, Plata ni oro yo tengo. Pablo era tan
pobre que a menudo pasó hambre y estuvo sin la comida
necesaria.
Tampoco sirve pretextar
un nacimiento humilde, pues ellos nacieron en humildad, de un origen humilde.
Como tampoco nos excusa la ignorancia, pues ellos eran hombres sin letras.
No podrá declarar enfermedad, porque Timoteo también tenía
la salud frágil, y enfermedades frecuentes.
Todos podemos ayudar
a nuestro prójimo, si cada cual está dispuesto hacer lo que
está en su poder. ¿No veis a los árboles infructuosos,
lo firmes, hermosos, elevados, esbeltos y grandiosos que son? Pero si
poseyéramos un huerto, preferiríamos tener en él granados
y olivos fructíferos, más que aquellos árboles que sirven
para solaz, no para utilidad, y si alguna utilidad proporcionan, es de
mínima importancia.
Semejantes a aquellos
árboles infructuosos son los que se preocupan sólo de sí
mismos; peor aún, pues sólo son aptos para el castigo. Pues
aquellos árboles sirven al menos como material de edificación
y para cobijo. Semejantes a ellos eran aquellas vírgenes, castas,
honorables, continentes; pero como eran inútiles para los demás,
por esto fueron castigadas. Semejantes son los que niegan a Cristo el
alimento.
Fijémonos como
ninguno de éstos es acusado por sus pecados, por haber fornicado,
cometido perjurio, ni por ningún otro; sino precisamente porque no
han sido útil a los demás.
¿Cómo, me
pregunto, puede ser cristiano el que así obra? Si el fermento mezclado
con la harina no transforma toda la masa, ¿es verdaderamente fermento?
Si la esencia no perfuma, ¿merece el nombre de esencia?
Y no vale decir, No
puedo inducir a los demás, si eres cristiano de verdad, esto
es inadmisible, ya que es algo que radica en la misma naturaleza del ser
cristiano, y las propiedades naturales no pueden negarse.
No hagas injuria a Dios.
Si dijeras que el sol no puede alumbrar, harías injuria al sol. Si
dijeras que el cristiano no puede ser de provecho para los demás,
haces injuria a Dios, porque lo tildas de mentiroso. Es más fácil
que el sol no caliente y no alumbre, que no que deje de dar luz un cristiano;
más fácil que esto sería que la luz fuese
tinieblas.
No digas entonces, que
es cosa imposible; lo contrario es lo imposible. No hagas injuria a Dios.
Si ponemos en orden nuestra propia conducta, todo lo demás que hemos
dicho se seguirá por consecuencia natural. La luz del cristiano no
puede quedar escondida; una lámpara tan resplandeciente no puede
ocultarse.
San Juan Crisóstomo,
obispo
Oficio de Lecturas, Común de los Santos
Sin
publicidadsin patrocinadorsólo la simple verdad .
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